Antoni Gaudí
Nuestro segundo día en Barcelona lo queríamos dedicar a
hacer un recorrido por las obras del arquitecto-artista-ingeniero Gaudí.
Ingenuos de nosotros, no contábamos con la posibilidad de tener que hacer cola
ante cada una de sus creaciones, así es que ilusionados, volvimos a coger el
tranvía T4 que nos acercó a la estación Glorias. Allí, el metro nos llevó hasta la colosal Sagrada Familia.
Lo primero que vimos es que la cola daba la vuelta al
edificio. Se accede al interior del templo por la Puerta de la Pasión, situada
al oeste, en la plaza llamada de la Sagrada Familia y la cola sobrepasaba la
Puerta del Nacimiento, situada al este y en la llamada Plaza de Gaudí. Nos
pusimos a la cola y mi impaciencia me llevó a dejar a Jesús con la
responsabilidad para poder marcharme a ver y fotografiar las fachadas.
La de la Natividad, ha sido recientemente declarada
“Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO y es en la que Gaudí trabajó
personalmente. Al igual que las otras dos fachadas, está formada por cuatro campanarios
que siendo cuadrados en su base, pasan a ser cilíndricos y terminan en perfiles
parabólicos rematados con un pináculo. Entre ellos están los tres portales de
la Fe, Esperanza y Caridad que
constituyen el Pórtico. En toda la fachada domina el naturalismo con esculturas
representativas del nacimiento, niñez y adolescencia de Jesús y gran cantidad
de especies vegetales y animales además de otros motivos simbólicos.
Los doce campanarios, cuatro por cada fachada, están
dedicados a un apóstol
La fachada de la Pasión está dedicada a la Pasión y Muerte
de Jesucristo. Aquí el Pórtico está
formado por seis columnas inclinadas que sostienen una cornisa y con tres
puertas de acceso al templo. Las esculturas han sido realizadas por Josep María
Subirachs y al igual que las otras dos fachadas (La de la Gloria aún no está
realizada) está dedicada a las tres virtudes teologales.
Al volver a la cola, ésta solo había dado la vuelta a la
esquina y nos quedaba cerca de dos horas así es que decidimos no perder más
tiempo y comprar en otra visita las entradas por internet.
En el punto de información situado en la Plaza de Gaudí nos
informamos de la estación de metro más cercana al ParK Güell, es la estación
Lesseps de la L3 y para allá nos fuimos.
Park Güell
Está situado en el monte Carmelo (Turó del Carmel),
antiguamente llamada la “Montaña Pelada” en el distrito de Gracia. Este
desnivel lo salvamos subiendo por una empinadísima calle con escaleras mecánicas en su último tramo.
En la época de construcción del parque, en el año 1900,
Barcelona estaba en su apogeo urbanístico y originalmente era el proyecto de
una urbanización para familias acomodadas por
encargo de Eusebi Güel, mecenas de Gaudí. Pretendieron hacer una ciudad-jardín alejada
de la urbe y construida al estilo de las que se hicieron en Inglaterra durante el siglo XIX, de ahí el término
inglés Park.
El terreno tiene una extensión de 18 hectáreas y estaban previstas
60 parcelas con una vivienda unifamiliar en cada una de ellas y el resto, espacios comunes organizados alrededor de una
plaza central. El proyecto fue un fracaso porque solamente se vendieron dos
parcelas, sin embargo quedaron terminadas varias estructuras que son el origen
de las muchas visitas que recibe al año. A la muerte de Güel, Barcelona se hizo
con los terrenos abriéndolo como parque público en 1922 y en 1984 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Tiene varias puertas
de acceso. Por la principal, que está en la Calle Olot, se entra directamente a la zona monumental y es la entrada más espectacular. Nosotros como no lo sabíamos, entramos por una lateral de
libre acceso . A través de un sendero nos llevó a la zona más alta: al mirador
de las Tres Cruces o Calvario.
Es un montículo de piedras en forma circular rematado
con tres cruces. Una de ellas, en forma de flecha, apunta hacia el cielo y las
otras dos señalan los puntos cardinales. En un principio Gaudí había proyectado
aquí la construcción de una iglesia. Todo el proyecto lo concibió con un
espíritu religioso, y todos los senderos zigzagueantes conducían a ella
simbolizando la cima del ascenso espiritual.
Desde aquí se obtienen las mejores panorámicas de Barcelona.
Estuvimos caminando por los senderos más altos de la montaña con un día soleado, que hacía muy apetecible este
paseo por las alturas rodeado de vegetación.
Llegamos hasta una de las casas que se construyeron: la casa del abogado
Trias, amigo de Güel y Gaudí.
La otra casa que se construyó fue la propia vivienda del
artista y ahora es la Casa-Museo Gaudí.
Todo el parque, de 60 metros de desnivel, está lleno de
caminos, senderos y viaductos adaptados al terreno para comunicar las
diferentes áreas. Gaudí no quiso
modificar la esencia de la montaña explanando y utilizó, además, la propia
piedra de la zona para su construcción integrándolos de esta forma en el
paisaje.
Estos viaductos que Gaudí diseñó para el
paso de los carruajes llaman muchísimo la atención, con columnas inclinadas que los sustentan e inspiradas en
distintos estilos arquitectónicos como el dórico, el románico, gótico y
barroco. Por estos originales pasillos formados entre las columnas estaba
previsto el paso de los peatones y es difícil conseguir en ellos una fotografía
libre de gente.
El más famoso de ellos es el llamado de la Bugadera o
Pórtico de la Lavandera por incluir en una columna, a modo de cariátide, la figura de una lavandera
con el cesto de ropa en la cabeza.
Al final de este viaducto nos encontramos
un semicírculo de columnas helicoidales
que al seguir caminando se convierte en un segundo piso de columnas con una
barandilla alrededor.
Por el camino principal o del Rosario, llamado así por
grandes bolas de piedra dispuestas a los lados semejando las cuentas de un rosario, accedimos a otra entrada del
parque donde compramos las entradas (8 euros) para la zona monumental.
Te dan hora de entrada y hay que hacer una pequeña
cola, pero desde aquí ya se ve la Plaza de la Naturaleza que fue planificada
como un espacio central para la celebración de espectáculos y diversos actos
sociales. Se llama también, por ello, Plaza del Teatro Griego.
Está excavada en la montaña y una parte está sujeta por la Sala Hipóstila o sala de las columnas y rematada por un largo banco
serpenteante, diseño de Josep María Jujol, revestido con trozos de cerámica de
colores o trencadís. Nos sentamos y nos fotografiamos en él. Como casi todos los que estábamos allí, quisimos probar el vistoso y original banco
ergonómico.
Por los extremos del banco se baja a la Sala Hipóstila que
estaba destinada a ser el mercado de la urbanización. Está compuesta por 86 columnas
estriadas e inspiradas en un templo dórico.
Su techo está decorado con bóvedas
blancas tabicadas (técnica catalana con varias capas de baldosa que se adapta
a cualquier superficie por su gran flexibilidad) y con rosetones de
colores, diseño también de Josep María Pujol.
El remate de la cornisa es el
sinuoso banco corrido de la Plaza. Tiene un sistema de tuberías que recoge el
agua de lluvia en una cisterna situada debajo, y alimenta con ella las fuentes
de la parte central de la gran
escalinata doble que comunica la Sala Hipóstila con la entrada del Parque.
Esta escalinata tiene tres tramos y varias curiosidades, en
el tramo central se encuentra el escudo de Cataluña con la cabeza de una
serpiente y el símbolo del parque: una salamandra con forma de dragón revestida
con trozos de mosaicos de vivos colores.
Está delimitada por dos muros con almenas y decorados con el
sistema trencadís, es decir, recubiertos de pequeñas piezas de cerámica
quebrada formando bellos cuadrados decorativos.
A ambos lados de la entrada principal se encuentran los dos pabellones que se construyeron para la
portería de la urbanización. Parecen casitas de cuento con sus originales
cubiertas construidas con la tradicional bóveda catalana, revestidas de
cerámica quebrada y rematadas con una especie de cúpulas en forma de setas.
·
- la de la izquierda iba a ser la conserjería, con una gran sala de espera. Está rematado con una gran cruz de cuatro brazos. Ahora se ha instalado en ella una librería.
- la de la derecha es la Casa del Guarda, construída como residencia del portero. Ahora es parte del Museo de Historia de Barcelona. No entramos a verla por la gran cola de espera que había.
Abandonamos el recinto del parque, rodeado todo él de un muro de piedra, por la puerta principal. Está formada por
hojas de hierro procedente de la Casa Vicens, obra anterior de Gaudí, y volvimos
a bajar otra vez las empinadas calles repletas de tiendas de suvenires en busca
de un restaurante. Todos los que vimos estaban muy destinados al turismo y a
estas horas, también llenos de gente.
La ciudad modernista
Volvimos a coger el metro hasta la plaza de Juan Carlos I
para seguir viendo las obras que Gaudí construyó a lo largo del Paseo de Gracia
y las demás obras modernistas. Aquí entramos a comer en el Samoa, un restaurante acogedor y con una relación
calidad-precio muy buena. Elegimos el menú y los platos estaban muy bien presentados con un
servicio rápido.
A la salida no solo hay que mirar hacia arriba, hacia los
edificios, también el pavimento del paseo con baldosas hexagonales es diseño de
Gaudí . Las farolas y bancos, sin embargo, son diseño de Pere Falqués.
El primer edificio modernista que nos encontramos es la casa
Milà, conocido como La Pedrera. Ocupa un chaflán de la avenida y no tiene
aristas ni superficies lisas, todo son curvas que parecen haber sido moldeadas como
si el material en vez de piedra fuera barro. Los balcones están adornados con imaginativas
y originales piezas a modo de barandilla.
De nuevo, aquí, la cola para entrar al interior era inmensa.
Hicimos lo mismo que con la Sagrada Familia: dejadla para cuando compráramos
las entradas por internet. Nos quedamos con ganas de ver la azotea y sus esculturas.
Pasamos por delante de la Casa Marfá, un palacio
de principios del siglo XIX haciendo chaflán.
Como estábamos en la esquina con la calle Aragón nos
acercamos a la Iglesia de la Inmaculada Concepción dónde hace tantos años dimos
el “sí quiero”. Estaba cerrada pero me fotografié en la puerta cómo antaño, aunque
esta vez sin traje de novia y sola.
De vuelta al Paseo de Gracia fuimos viendo las espléndidas
fachadas y comercios modernistas de la zona hasta llegar a otro de los edificios de Gaudí:
la Casa Batlló haciendo pared con la Casa Amatller de Josep Puig y Cadafalch.
Aquí también se nos cayó el alma a los pies al ver que
igualmente había que hacer cola.
La Casa Batlló es típicamente “gaudiana” con ese colorido y
estructuras redondeadas de la tribuna y balcones. Está rematada con una torre y
una cúpula que no desentona con el frontón escalonadao de la Casa Amatller y su
bonita fachada.
En la calle Aragón, pero en sentido opuesto al que cogimos antes,
se encuentra la Fundació Tàpies que ya conocíamos de una visita anterior pero
quería hacerle una fotografía a la escultura que corona el edificio con el
nombre de Núvol i cadira (nube y cadera). No me gusta como solución para
rellenar el hueco existente entre los
edificios pero …es Tàpies.
Seguimos de nuevo por el paseo con la mirada puesta en las
fachadas de los edificios y, al llegar a la Plaza Cataluña, decidimos coger el
metro hasta la Plaza de España para ver la Fuente Mágica de Montjuic e irnos de tapas luego por el Poble-Sec.
Ahora hay que pagar por acceder al Parque Güell? :O
ResponderEliminarQué lástima que hubiera tantas colas. Nosotros estuvimos hace un año por estas fechas y no tuvimos que hacer grandes colas.
Saludos
Sí. El recinto del parque es gratuito excepto la zona monumental. Y sí, fuimos un domingo de navidades y había unas colas exageradas para todo. Tenemos pensado volver!
EliminarGracias por pasarte por aquí. Un abrazo!
Barcelona es preciosa y es fenomenal perderse por sus maravillosos rincones. Lo que debo comentar es que es muy bonito para ver e ir pero no para vivir. Yo por suerte soy de población cercana y disfruto de barcelona por las mañanas mientras estudio pero a las tardes vuelvo a mi tranquilidad :) Un saludo y geniales fotos!!
ResponderEliminarMuchas gracias Rubén!
EliminarEn las ciudades grandes, por muy bonitas que sean, siempre es bueno tener un sitio para desconectar. Esa suerte tienes!!!
A mi las colas me desesperan. Hace tres semanas estuve en la Alhambra (que ya he visitado en muchas ocasiones y siempre me ha maravillado), pero debido a las colas, me pareció esta vez feísima.
ResponderEliminarTe comprendo perfectamente. Con las colas llevo a cabo muchas veces el refrán de "perdono el bollo por el coscorrón", sobre todo si tengo oportunidad de volver.
EliminarY hablando de Granada, todos los años íbamos a esquiar unos días allí pero han quitado el área de autocaravanas. Son muchos los que han dejado de ir por ese motivo. En unos sitios las quitan, en otros las ponen ¡nos van a volver locos!
Los propios granadinos (los de a pie) lamentan esta situación, como su centro "carcelario", que echa para atrás a todos, aunque se disponga de permiso para circular por su centro.
EliminarYo soy de Barcelona y aún no he ido a ver la Sagrada Familia, tanta cola, buf, acabaría agobiada; aunque no estoy de acuerdo con Rubén que es ciudad para verla pero no para vivir; yo adoro mi ciudad, la gente, el bullicio, sus rincones únicos, la vida cosmopolita que tiene, es un ir y venir todo el año de turistas, muchos de los cuales quedan prendados de ella; pero ya se sabe el que vive en una ciudad, es a veces quién menos va a ver su propia ciudad. No sé si aún está, pero supongo que sí al lado del Parc Güell, el Cottolengo de Barcelona , es una de las experiencias más duras que he vivido nunca. Yo estudiaba en colegio de curas y cuando tenía 15 añosse programó una visita al cottolengo dónde está la congregación de Hermanas Servidoras De Jesús del Padre Alegre; sobre dicho lugar se decían mil cosas, ya que las Hermanas cuidaban y dedicaban su vida a cuidar de enfermos tanto mujeres, hombres, niños... Recuerdo que cómo sobre ese lugar se decía y se contaban historias diversas, sobre un pabellón que no podía ser visitado porqué en él había auténticos "desechos deformes", sé que suenan duras esas palabras, pero es lo que se decía; pues no tenía yo claro querer ir, ya por aquella época yo no creía en la religión ni en nada que se le pareciese. Pero mi madre me dijo, va a ir, y verás que la vida no es cómo te imaginas; fue una lección de esas que no olvidas jamás!!!
ResponderEliminarDebo reconocer que la monja que nos atendió y nos contó las buenas obras que dios hacía a través de gente caritativa, me enterneció el alma; y más teniendo en cuenta que con la edad que teníamos no creíamos en nada y pensábamos saber más que nadie. Pero más me admiro lo que hacían y con una sonrisa en la cara... No quiero ser escabrosa ni mucho menos morbosa, sino todo lo contrario porqué sólo por amor verdadero y puro al prójimo puedes tratar con el cariño y devoción que esas monjas cuidaban a niños sin labio superior, atados a estructuras de madera, porqué tenían espina bífida y así se la mantenían recta, y varias personas más que tenían problemas que me hicieron salir de ahí con lágrimas en los ojos y el corazón encogido.
Aún a día de hoy 26 años más tarde, agradezco a mi familia, que me obligasen a ir; porqué en una edad difícil en la que no nos importa mucho, más que nosotros mismos ( todos hemos sido adolescentes) ese día fue la 1a vez que tuve claro que hay que vivir con los pies en la tierra y saber hasta que punto la vida puede ser cruel, y recibías una sonrisa por una caricia que no hay dinero que la pueda comprar.
Aunque no he regresado nunca más, sé que un % altísimo de los barceloneses, ni saben que existe.
Sé que mi comentario va por otros derroteros al origen de tu post, pero quería compartir con vosotros que justo en un lugar tan mágico arquitectónicamente hablando hay o había otro mucho más grande desde un aspecto humano.
Hola Rosa.Yo también he oído hablar de los cotolengos, pero no conozco ninguno. Si saliste con esa imagen, tuviste una buena experienca. Siempre hay gente buena que hace mucho bien, no solamente en estos centros, si no en la vida diaría. Y sí, hay bellezas mucho más grandes que las que alegran la vista!
EliminarGracias por tu comentario y un fuerte abrazo!!